domingo, 16 de marzo de 2014

Menos 1


En la cuenta regresiva, estoy tratando de disponer mi cuerpo y mente hacia un estado de bienestar espiritual.
Es decir, poder comer tacos de pibil sin sentir remordimientos.
Desprenderse de la lonja, pereza, no es cosa fácil. Por si fuera poco, no sé por qué les ha dado por desaparecer, gracias reforma hacendaria, a todos los establecimientos de comida más o menos decente que hay alrededor de mi trabajo. Entonces, la hago de chofer en una ciudad con calles destruidas y reconstruyéndose por todos los puntos a los que debo transitar, y mala comida alrededor.
Creo que con un espacio para correr entre las 2 y 3 de la mañana ya la hago. Si no fuera por esa mala costumbre que tengo de dormir.

Y arranca el quejódromo, pero también las buenas intenciones. Total, nadie va a hacerlo en vez de uno y miren, que uno puede darse el rollo éste de la salud, pero uno no enflaca solo para enseñar las encías igualando en belleza a la Catrina., ni es talla cero aunque tenga el pelo estropajiento. Lo hace porque cree que es lo mejor, y poder lucir el vestidazo, un cuerpazo criminal, lo que en su enmarañado cerebro cree que está bien, como su distorsionada imagen corporal, construida a través de mensajes publicitarios cree que debe adoptar.

No, Botero, no.

Pero, hay una parte inspiracional. Donde se involucran sentimientos y emociones. No hablo del romanticismo al echarle salsa pico de gallo a unos tacos. Sino de esas amistades que se construyen con el paso del tiempo y el intercambio de experiencias, hombro con hombro, risas y lágrimas compartidas, miedos y certezas.
Entonces, en los siguientes meses, daré mi apoyo moral y el apoyo que mis hipotrofiados músculos dan para hacer ejercicio, comer mejor y todo eso que uno cree que servirá para lucir bellas y espectaculares para el gran día.







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