sábado, 20 de agosto de 2011

Recopilando recuerdos

De cuando en cuando, uno se sienta, acuesta, o camina recordando. La memoria es canija. Pero igualmente los recuerdos uno los va escogiendo, mutilando, esculpiendo. Invariablemente.
Las cosas o los hechos, se recuerdan según nuestras propias conveniencias, respaldo morales, intelectuales, culturales, éticos, afectivos y el factor intrínseco de sepaqueatarantamiento, y no como en realidad hayan ocurrido, porque la realidad, nuestro mundo real, es simplemente una ficción alimentada por nuestra percepción.

Hay estudios, (y con esas dos palabras pareciera la forma irrefutable en que cualquier charlatán les dirá una mentira), recientes y amplios al respecto sobre la fidelidad de la memoria sobre lo que presenciamos, que vendría al caso anotar acá, pero la verdad tómelo como una sugerencia a su curiosidad para que se lance a buscar información sobre la memoria y testigos presenciales, la creación de nuevas memorias y distorsiones sinceras a las mismas.

Por esa y muchas razones tengo este blog y otros más. Porque es un ejercicio no a mi memoria, sino a la recapitulación de emociones y sensaciones que en otro tiempo tuvieron impacto en mi persona. O aquí aún la nave del olvido no ha partido.


También, me he percatado de la inmensidad de la ironía. Yo soy alérgica a los recuerdos y sin embargo tengo buena memoria. Díganme algo y verán hasta cuando se las recuerdo.

Para fines prácticos, lo que siempre evité, fue recordar aniversarios de inicio de relaciones y sobre todo las de rupturas, los cumpleaños de ciertas personas los dejé a la suerte de una agenda electrónica, ni siquiera me tomaba la molestia de aprenderme sus números de teléfono. Porque es más sencillo dejar atrás lo que te detenía, o dicho de otro modo, es más fácil avanzar hacia otros horizontes.
No todo podía ser tan tajante, por supuesto. Sin mucha intención, conservé hasta hace un par de años, 2 entradas al museo de Antropología. En parte la desidia de una limpieza extrema y porque de todos modos me mudé con mi acompañante de ese paseo. Hasta que limpié otra vez cajones e hice exactamente lo mismo. Darle mayor importancia a mis recuerdos que a los objetos.

Ahora, paradójicamente, estoy enfrascada en una colección de recuerdos, que no me pertenecerán, pero que quiero darle a mi hija la oportunidad de tenerlos, aún antes que su memoria pudiera distorsionarlos. No hace falta que me tachen de obsesiva, si les digo que todavía no decido si dejar o no mis estudios prenatales. A favor será la prueba escrita del esmero que puse en albergarla lo más cómoda y sana posible el tiempo que estuvo en mi vientre. Aunque también, a mi conveniencia, le estaré endilgando el toque romántico y una atenuante para sus siguientes recuerdos que tendrá, que tiene una madre control freak.

En fin, sigo en la talacha.


p.d. Hasta el día de hoy, en este blog hay 401 publicaciones.
C'est la vie.

Foto: Zigzag, por MarcelGermain en Flickr, tomada bajo licencia Creative Commons, Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Generic (CC BY-NC-ND 2.0)

2 comentarios:

El hombre del traje gris dijo...

A veces tropezamos con los recuerdos, gratos y no gratos, y muchas veces nos hacen ver por qué estamos donde estamos... o ver que no hemos hecho limpieza en un bien rato...

Jo dijo...

si fuera tan fácil o tenerlos en términos prácticos...

si yo pudiera hasta los ordenaria por colores...
creo que no es obsesión ... perotambién la nostalgia no es tan mala aunque digan que es temor a lo que viene por delante

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