Estoy en el rincón de una cantina oyendo la canción que yo pedí. Me están sirviendo ahorita mi tequila, ya van mis pensamientos rumbo a ti.
José Alfredo Jiménez.
José Alfredo Jiménez.
Desde niña me causaban curiosidad las cantinas. Pasar cerca de ellas me generaba entre fascinación por un mundo que me estaba prohibido y miedo, que digo miedo, pánico! que saliera un borracho, o lo aventaran por entre esas puertas como del viejo oeste. Claro un borracho, esa especie de zombie, como el que ví en una playa ziz zagueando sabroso, y yo pensando que era un juego lo de caminar con un pie más arrastrado que otro, mis padres me evitaron ir tras de él imitando sus movimientos, no era gracioso aunque a mí me lo parecía. Ignoro la razón por la que la palabra borracho tuvo una connotación tan negativa, era despectiva, cuasi un roba-chicos, la imaginación hace bromas raras, yo solo trataba de entender el mundo que me rodeaba, con mucha imaginación y muy pocos años.
En casa, mis padres son poco afectos a las bebidas alcohólicas, una cerveza o un trago de otra bebida en ocasiones muy contadas era todo. Con lo cual se comprueba que no siempre se educa con el ejemplo, llámelo libre albedrío.
Y un día de buenas a primeras, entré por primera vez a una cantina. No se me había quitado el miedo que recordaba desde niña, pero tampoco la fascinación. Sí, no es momento para decirlo pero ya se habrá percatado, los seres humanos somos una combinación de altos contrastes.
¿Cómo sucedió?
En esos tiempos usaba el icq, tenía a mis amigos virtuales, alguno de los que tenía ubicados en la misma ciudad en que vivía, era R, con quien tenía comunicación constante, curiosamente solo sobre música, rara vez platicábamos algún otro tema. Pero se dió la ocasión de conocernos, pasé por él a su casa, intercambiamos algunos discos, y el plan decente era tomar un café, tal vez un postre.
Así anduvimos por la ciudad buscando alguna cafetería, o restaurancito cómodo. Pero no hubo tal. Con un calor de la fregada, y pasando frente a la mezcalería, a alguien se le ocurrió, a ambos mutuos los dos, y si mejor tomamos una cerveza? ¡Sale!
Nos hicimos amigos, amiguísimos, no en esa ocasión, sino en todas las que tuvimos. Lo nuestro era acomodarnos en una barra de la cantina o bar o antro en su defecto. Lo más divertido sucede ahí, porque se cuenta con una visión general de todo lo que sucede, aparte tienes intercambio de información con el cantinero o bartender, y en ocasiones sucede que es el dueño del changarro. Así mi amigo R, y yo socializábamos, había días que salíamos de ligue, había días que solo era platicar de nosotros y de los que se nos ocurriera, pero yo amé ir a ese tipo de lugares.
También los hubo botaneros, donde por poco dinero tomas 3 cervezas y sales comido, no pregunte por la calidad nutrimental, por lo general son fritangas, un caldo como para crudos (muy caliente y picante), algún plato fuerte como para engañar al ojo y muchos, muchos cacahuates o chicharrines con salsa para entretenerse por horas.
Hace muchos años que mi compañero de farra se fué del país, y parece que con él también aquellas visitas a esos lugares, mágicos.
Humanos (o humanoides) volviéndose monstruos, o magos, o alquimistas, o desencantados o hechizados. Pero de que puede ser muy divertido, claro que sí.
En casa, mis padres son poco afectos a las bebidas alcohólicas, una cerveza o un trago de otra bebida en ocasiones muy contadas era todo. Con lo cual se comprueba que no siempre se educa con el ejemplo, llámelo libre albedrío.
Y un día de buenas a primeras, entré por primera vez a una cantina. No se me había quitado el miedo que recordaba desde niña, pero tampoco la fascinación. Sí, no es momento para decirlo pero ya se habrá percatado, los seres humanos somos una combinación de altos contrastes.
¿Cómo sucedió?
En esos tiempos usaba el icq, tenía a mis amigos virtuales, alguno de los que tenía ubicados en la misma ciudad en que vivía, era R, con quien tenía comunicación constante, curiosamente solo sobre música, rara vez platicábamos algún otro tema. Pero se dió la ocasión de conocernos, pasé por él a su casa, intercambiamos algunos discos, y el plan decente era tomar un café, tal vez un postre.
Así anduvimos por la ciudad buscando alguna cafetería, o restaurancito cómodo. Pero no hubo tal. Con un calor de la fregada, y pasando frente a la mezcalería, a alguien se le ocurrió, a ambos mutuos los dos, y si mejor tomamos una cerveza? ¡Sale!
Nos hicimos amigos, amiguísimos, no en esa ocasión, sino en todas las que tuvimos. Lo nuestro era acomodarnos en una barra de la cantina o bar o antro en su defecto. Lo más divertido sucede ahí, porque se cuenta con una visión general de todo lo que sucede, aparte tienes intercambio de información con el cantinero o bartender, y en ocasiones sucede que es el dueño del changarro. Así mi amigo R, y yo socializábamos, había días que salíamos de ligue, había días que solo era platicar de nosotros y de los que se nos ocurriera, pero yo amé ir a ese tipo de lugares.
También los hubo botaneros, donde por poco dinero tomas 3 cervezas y sales comido, no pregunte por la calidad nutrimental, por lo general son fritangas, un caldo como para crudos (muy caliente y picante), algún plato fuerte como para engañar al ojo y muchos, muchos cacahuates o chicharrines con salsa para entretenerse por horas.
Hace muchos años que mi compañero de farra se fué del país, y parece que con él también aquellas visitas a esos lugares, mágicos.
Humanos (o humanoides) volviéndose monstruos, o magos, o alquimistas, o desencantados o hechizados. Pero de que puede ser muy divertido, claro que sí.
¿Cuándo vamos?