Son las 8!
Son las 8:30!
Son las 9:00!
Ni en fin de semana, mi madre dejaba a un lado su afición de reloj viviente, aunque se espaciaban los avisos, ya que en los días de escuela, el aviso con la hora exacta se repetía cada 5 minutos.
Mi hermano, podía vestirse en etapas, así se ponía un calcetín, y se recostaba para tomar un sueñito más, otro calcetín, otro restirón, siempre alerta, escuchaba los pasos de mi madre más cercanos y se incorporaba fingiendo agilidad.
Y yo soportaba estoicamente el sueño, hasta el último aviso, para vivir la intensidad del momento.
Esos éramos nosotros, saliendo a toda prisa, con el vaso del licuado en las manos. No siempre era así, pero eran las menos veces posibles eso de los desayunos con calma, por lo regular consistía en un licuado, jugo, huevo tibio (guacs).
Ya en el coche por si se te había olvidado limpiar tus zapatos con una sugerencia sutil, mi madre te decía ¡Límpiate esos zapatos! y taraaaaaaaán de la guantera salían el cepillo y cera…Mi madre toda bondad, quien conducía como cafre entre trailers, le ganaba una discusión a choferes de autobuses, cuando alguna vez le dieron un golpe, que dicha sea la verdad de paso, el golpe lo dió ella, pero vaya usted a saber si era que con el ojo a media lágrima, la prisa y rogando que tengo que llevar a los niños a la escuela y llegar a mi trabajo, mis (im)pacientes me esperan no había mucho que buscarle. Con tal que siempre llegamos antes de que cerraran el portón… mta.
Son las 8:30!
Son las 9:00!
Ni en fin de semana, mi madre dejaba a un lado su afición de reloj viviente, aunque se espaciaban los avisos, ya que en los días de escuela, el aviso con la hora exacta se repetía cada 5 minutos.
Mi hermano, podía vestirse en etapas, así se ponía un calcetín, y se recostaba para tomar un sueñito más, otro calcetín, otro restirón, siempre alerta, escuchaba los pasos de mi madre más cercanos y se incorporaba fingiendo agilidad.
Y yo soportaba estoicamente el sueño, hasta el último aviso, para vivir la intensidad del momento.
Esos éramos nosotros, saliendo a toda prisa, con el vaso del licuado en las manos. No siempre era así, pero eran las menos veces posibles eso de los desayunos con calma, por lo regular consistía en un licuado, jugo, huevo tibio (guacs).
Ya en el coche por si se te había olvidado limpiar tus zapatos con una sugerencia sutil, mi madre te decía ¡Límpiate esos zapatos! y taraaaaaaaán de la guantera salían el cepillo y cera…Mi madre toda bondad, quien conducía como cafre entre trailers, le ganaba una discusión a choferes de autobuses, cuando alguna vez le dieron un golpe, que dicha sea la verdad de paso, el golpe lo dió ella, pero vaya usted a saber si era que con el ojo a media lágrima, la prisa y rogando que tengo que llevar a los niños a la escuela y llegar a mi trabajo, mis (im)pacientes me esperan no había mucho que buscarle. Con tal que siempre llegamos antes de que cerraran el portón… mta.
¿Dónde comencé a sentirme afortunada?
Ah estaba en lo de los desayunos. Como el menú de 3 tiempos yo lo convertía a uno solo, sin mucho aporte proteico, sentía que me iba a medio tanque a la escuela, y sí nos daban un dinerito pero los sandwiches que vendían y que no me gustaban del todo, vaya, sepa usted que pasé mi etapa de princesita valiente pidiendo sandwich con crema en vez de mayonesa, sin tomate y sin cebolla, con doble rebanada de jamón, pero de preferencia mejor de pollo. O sea, me iba al carajo fácilmente en la tiendita de las monjas. En la otra escuela mucho más. Pero ahí había la ventaja de las tortas cambiadas en “tapado” y se resolvía el asunto del refrigerio.
Capítulo XIII
(De como demasiadoego dijo aquí me toca papel estelar, se acabó la esclavitud y el hambre)
Mis padres trabajaban todo el día, así que Mari era para mí una persona muy cercana, consentidora y querendona, y con quien minidemasiadoego melindres fue rescatada (imagino que usted se retuerce de envidia). Cuando preguntaba ¿Qué quieres de cenar? la lista disponible era asombrosamente rica. Me enseñó a cocinar algunas cosas sencillas, como las empanaditas de carne, o molotes de plátano con queso. Los desayunos, vaya, ni que decir, el tiempo se convertía en plastilina moldeable, y veía transcurrir lentamente la preparación de mi licuado, fresa, chocolate, vainilla, plátano, combinado.. era lo de menos, un día cualquiera hasta chilaquiles y carne era lo fácil para ella, ni un día más con mi panza a medio llenar, ¡hip hip hurra!
La acompañaba al mercado, y no había antojo que no quisiera cumplirme, nos íbamos al cine o al circo con o sin mis papás, con o sin mis hermanos. Un día se fue, tenía que seguir su trama personal, su historia con su pareja, tuvo un hijo. La extrañé, y aunque la volví a ver otras veces ya nunca nos dio tiempo de volver a estar juntas como ella prometía, se murió de cáncer hace unos años, y es que también se puso exigente pretendía que yo me casara. No se puede todo en la vida.
Pero bueno, se fue Mary a seguir su vida y volvió mi mamá reloj, con prisas otra vez.
Y a propósito de avisos, en esos años, hubo otra diversión en fin de semana, que contaré en el siguiente capítulo.
Pero bueno, se fue Mary a seguir su vida y volvió mi mamá reloj, con prisas otra vez.
Y a propósito de avisos, en esos años, hubo otra diversión en fin de semana, que contaré en el siguiente capítulo.
(shhhhht no vengan a estropear el suspenso, si no está que muere de curiosidad no me espante a los que sí)