Hoy mientras bajaba a mi hija del egomóvil, cargando portabebé, pañalera, paquete de pañales, bolsa de mano... junto a mí pasaron unas señoras ya mayores, y comentaron entre ellas lo suficientemente claro y fuerte para que yo escuchara
-Tienen dinero, pero no les gusta cuidar a sus hijos, bla bla bla
Sonreí consciente de que la ignorancia lleva a juicios precipitados y seguí mi camino.
Cabe aclarar, no es la primera vez, ni la última que alguien me señalará y verá a su juicio lo mala madre/mujer que soy. No me conocen, y lamento mucho que desgasten su tiempo y baba en mi persona.
Yo no tengo ni qué justificarme con nadie, ni explicarles. En pleno uso de mis facultades mentales y con todo un respaldo académico y experiencias laborales y propias, cometo mis propios errores, los menos que puedo, pero acostumbro a basarme en mis propios análisis de situación y decisiones, no en las ajenas.
Pero en todo esto, he notado algo en varias personas, en sus acciones, no solo es un juicio precipitado. Lamento decirlo, pero mi vida aristócrata detecta un marcado resentimiento social en el peladaje. Basta que asuman que uno gasta el dinero, como si uno se los arrebatase. No importa si uno trabaja o dedica buena parte de su tiempo a la planeación y distribución de sus gastos. Incluso solo por el apellido habrá quien dé por sentado cosas sin razón. Como si uno tuviese que pedir disculpas por sus genes. Durante años, he procurado una vida lo suficientemente austera, una porque la situación económica del país está jodida y eso nos toca a todos, y otra porque desde hace muchos años que empecé a vivir sola se convirtió en una de mis mejores herramientas para desalentar a los maleantes. No uso joyas, ni ostento objetos de lujo, porque además ni los tengo. Mis prioridades siempre han sido otras.
Mis padres, siempre nos dieron una herencia, y ésta la porto todos los días. La capacidad de construirme como persona. Me dieron las herramientas para aprender todo cuando desee, desde que aprendí a leer a temprana edad no he dejado de hacerlo, me enseñaron a adaptarme a cualquier circunstancia, colaboraron con mi autoestima y fortalecieron mi templanza para sopesar mis decisiones. "Lo que hagas, que sea porque lo decidiste tú", lo cual hago con mucho gusto. De ahí en fuera, no tengo más riquezas que mi ingrato corazón.
Así que cada que escucho a una persona resentida contra el mundo, pero que decide desquitarse conmigo, sonrío. Porque entiendo su pobreza, que no es la monetaria; su ausencia de valores, su fealdad insertada entre sus venas. Mientras se entretienen en juzgarme, yo me mantengo ajena a su mundo, porque mi vida está lejos de lo que ellos conocen.
Foto: Two hangman's nooses and gallows behind the courthouse in Tombstone, Arizona - tombstone14x por mlhradio en Flickr. Usada bajo licencia Creative Commons.
-Tienen dinero, pero no les gusta cuidar a sus hijos, bla bla bla
Sonreí consciente de que la ignorancia lleva a juicios precipitados y seguí mi camino.
Cabe aclarar, no es la primera vez, ni la última que alguien me señalará y verá a su juicio lo mala madre/mujer que soy. No me conocen, y lamento mucho que desgasten su tiempo y baba en mi persona.
Yo no tengo ni qué justificarme con nadie, ni explicarles. En pleno uso de mis facultades mentales y con todo un respaldo académico y experiencias laborales y propias, cometo mis propios errores, los menos que puedo, pero acostumbro a basarme en mis propios análisis de situación y decisiones, no en las ajenas.
Pero en todo esto, he notado algo en varias personas, en sus acciones, no solo es un juicio precipitado. Lamento decirlo, pero mi vida aristócrata detecta un marcado resentimiento social en el peladaje. Basta que asuman que uno gasta el dinero, como si uno se los arrebatase. No importa si uno trabaja o dedica buena parte de su tiempo a la planeación y distribución de sus gastos. Incluso solo por el apellido habrá quien dé por sentado cosas sin razón. Como si uno tuviese que pedir disculpas por sus genes. Durante años, he procurado una vida lo suficientemente austera, una porque la situación económica del país está jodida y eso nos toca a todos, y otra porque desde hace muchos años que empecé a vivir sola se convirtió en una de mis mejores herramientas para desalentar a los maleantes. No uso joyas, ni ostento objetos de lujo, porque además ni los tengo. Mis prioridades siempre han sido otras.
Mis padres, siempre nos dieron una herencia, y ésta la porto todos los días. La capacidad de construirme como persona. Me dieron las herramientas para aprender todo cuando desee, desde que aprendí a leer a temprana edad no he dejado de hacerlo, me enseñaron a adaptarme a cualquier circunstancia, colaboraron con mi autoestima y fortalecieron mi templanza para sopesar mis decisiones. "Lo que hagas, que sea porque lo decidiste tú", lo cual hago con mucho gusto. De ahí en fuera, no tengo más riquezas que mi ingrato corazón.
Así que cada que escucho a una persona resentida contra el mundo, pero que decide desquitarse conmigo, sonrío. Porque entiendo su pobreza, que no es la monetaria; su ausencia de valores, su fealdad insertada entre sus venas. Mientras se entretienen en juzgarme, yo me mantengo ajena a su mundo, porque mi vida está lejos de lo que ellos conocen.
Foto: Two hangman's nooses and gallows behind the courthouse in Tombstone, Arizona - tombstone14x por mlhradio en Flickr. Usada bajo licencia Creative Commons.