sábado, 10 de septiembre de 2011

Panqué de naranja


Reciclando la receta del panqué a prueba de dummies, solo hice una pequeña modificación a los ingredientes y voilà!! el nuevo integrante en nuestro menú de postres, un delicioso y esponjosito panqué de naranja.

Ingredientes para un panqué grande o 16 individuales.

2 tazas de harina de trigo
media taza de azúcar
media taza de mantequilla
4 huevos
1 taza de leche
100 ml de crema
2 cucharaditas de polvo para hornear (Royal)
1 pizca de bicarbonato
1/3 de cucharadita de sal
Un chorrito de esencia de vainilla
Ralladura de una naranja.

Procedimiento:

Precalentar el horno
Derretir la mantequilla y dejar a temperatura ambiente.
Cernir la harina, mezclar con el bicarbonato, sal, polvo para hornear, agregar la mantequilla, crema, leche, huevos, vainilla y finalmente la ralladura de la naranja. Ocupar la batidora durante unos 5-10 minutos.

Verter en un molde previamente engrasado y enharinado.
Hornear por 40 minutos a una temperatura intermedia, o hasta que al introducir un palillo salga perfectamente seco y limpio.

En este caso, lo "adorné" con un poco de azúcar glass, pero siéntase libre de decorarlo a su gusto.

Feliz postre!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Lo de las fotos

Cierto es que uno cuida su privacidad. Apenas uno sube un archivo a internet y podrá verse hasta el último rincón que alcance su wi-fi.

A mí me ha sucedido lo que a varias madres. Dejar de tener fotos porque normalmente es una quien toma las fotos a su chiquill@. Luego está el otro asunto, primero porque está uno recuperando la figura de la masa amorfa en la que se ha vuelto. Luego porque te ves y te espantas. Uno empieza a no reconocerse, al menos a mí me pasó.

Hasta que me resigné. Estoy próxima a cumplir 38 años. No es algo que incomode, tampoco me darán medalla de honor. Aunque a últimas fechas uno ya es un triunfador con coleccionar un día más, para como están las cosas.

Continuando con el ambiente festivo y antes que empiecen a correr las lágrimas por el pasar de los años. Lo que no se cura nunca es la inconsciencia, ni esa risita jodona que se burla de todos y de uno mismo para cuando conviene.

Hace un rato estuve revisando la tarjeta SD que respaldaré, como se supone con fotos de mi hija. Y encontré unas que me tomé hace un par de días, antes de darle el flashazo a ella, probaba si todavía jalaba porque ya está en las últimas... y todavía no se me quita la risa. En primera, ya se me notan los ayeres, y en segunda, del día a la noche me doy una transformada, yo no sé si me cambia la mirada, por la pose, o qué diablos pero parezco mi gemelo diabólico.

Total un photoshop seguramente arreglaría varios detalles, pero ni tengo el programa y ultimadamente cualquier día me les apersono y ni me van a reconocer. Ni tengo contemplado emprender mi pre-campaña con vistas al 2012 ya está saturado el mercado.

Ahí les voy...


No molesten mucho, que otro día me emperifollo y verán que cambiazo doy.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Devotas de las botas II

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Enlace

Luego uno se desencanta del cliché de las botas negras, por un lado porque ver a mujeres caminando con las piernas en bloque, así justo como si se les hubieran paralizado del muslo al tobillo, mientras arrastran sendos tacones y lo único que reluce es el cansancio y la joroba.

O porque funciona tan bien el cliché, que en mi caso, desistí de mis botas altas de tacón delgado, luego de toparme a un acosador en el metro de la Cd. de México. Correr con tacones no va con mi imagen, pero con miedo y acosador a la vista, más vale aquí corrió que aquí violóla y matóla.




La renuncia obligada es cuando se observa a las que les encanta salir de Alushe, el duende maya. Sépanlo de una vez, las botas de esquimal, no le van bien a nadie. Y encima un abrigo de pelos. No se quejen si les piden un autógrafo por ser una celebridad... del mundo de la lucha libre.

Lo que es un hecho es que pretextos quiere el diablo, y las mujeres no necesitamos pretextos para comprar zapatos., y esto incluye, botas y botines, para mí en otoño-invierno.


Justo hoy mientras revisaba entre botines y botas, ví a mi hija carcajeándose. No sé que le divertía al verme probar tantos pares, o usar una y otra ropa. Menos mal que no ha visto el gato con botas, para no sentir esa alusión incómoda hacia mi persona. En el búnker hay que ser valiente, para recibir la crítica mordaz. Como se ve, es un reforzador a la autoestima. Menos mal que traigo entrenamiento de muchos años en la convivencia con mis hermanos. ¡Cómo le hace falta mundo a ésta gente!.





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