Me persiguen los chapulines, y no es un delirium tremens, los contiene mi último regalo de cumpleaños que todavía no está en uso pero ya le eché el ojo, es una pintura...
Nota: Por ahí de mediados de septiembre es la fiesta del santo patrón de este blog. De ninguna manera se le está insinuando a enviar regalos, ni baratos ni costosos, no en esa fecha exacta, tiene todo el resto del año para hacerlo. Como ve, aquí todo es muy sencillo pero humilde.
En Oaxaca, en los valles centrales es muy familiar un plato botanero con chapulines tostados en comal, con su limoncito, y la nueva variedad (desde hace dos años está mi novedad), con ajos y chiles de árbol. Chiquitos y grandotes.
Los pequeños para que cuando los coman ni siquiera se les vean los ojos y se asome el sentimentalismo, y para que no se sientan las patitas en el paladar. Los chapulines grandes solo cuando el sabor es lo único que importa, y ya lo de la fobia a las patas es para enclenques. En tortilla, o solos. Yo prefiero lo segundo.
Debía este post, desde una charla con mis hermanos, diableques también. Acomódense que les voy a contar la historia de cuando éramos campesinos, prófugos del arado. Eventualmente nos llevaba mi padre a un terreno que tenía, a limpiar la maleza, sembramos palmeras de cocos, dátiles, canela, en fin una variedad de árboles frutales. Vea, nosotros nos divertíamos en parte porque había compensaciones extras, mínimo una coca cola "familiar" cuando todavía les vendían en envase de vidrio color verde(¿?). Jugábamos mucho, era divertidísimo estar embarrados de tierra, nunca nos habrían diagnosticado hiperactividad luego de usar la pala para excavar hoyos y rellenarlos, llevar de un lado a otro piedras, retirar pastos y regar las plantas, a nuestro regreso a casa, llegábamos exhaustos y con mejores modales que los del día anterior (aleje la idea de un campo de concentración moderno).
Pues un buen día se nos ocurrió cazar chapulines. Había llovido mucho y ahora teníamos un terreno lleno de ellos. Siempre vimos puestos de chapulines en el mercado, grandes canastos conteniendo cantidades industriales de estos insectos. En cambio nuestras pesquisas eran muy raquíticas, capturábamos uno con nuestras estrategias avanzadas y al final del día teníamos apenas un puñito. Si tostamos 5 ya era ganacia, y del sabor, del reverendo nabo. Después cambiamos, hubo episodios de carreritas o apostábamos a nuestro chapulín más saltarín, un cruel caso de un chapulín sin una pata, me niego a delatar al culpable, pero mi hermano hacía unos ensayos horribles. Debut y despedida, lo nuestro no era el negocio de los chapulines, pero sí comerlos, así que pago por ello.
Ahora cada que viajo a Oaxaca procuro comerlos, en realidad el aspecto no les ayuda mucho, y la idea poco racional de que los insectos se ven "feos" y la asociación a que su sabor será igual de desagradable. Ni una cosa ni otra, lo mejor sería evitar el prejuicio, sin que sea mejor o peor lo que finalmente nos alegre el paladar. Hasta nuestra percepción del sabor tiene una gran influencia social y cultural, aunque hay sabores que nos alertan de peligro, en realidad es común que pocas personas se atrevan a experimentar productos distintos a los habituales en su localidad. A mí me gusta experimentar, aunque esto de los chapulines culturalmente para mí no representó ninguna dificultad, dado que es algo común al entorno donde crecí, sí intento utilizar condimentos muy distintos a los habituales, sí, también acepto invitaciones a comer exotiqueces.
Nota: Por ahí de mediados de septiembre es la fiesta del santo patrón de este blog. De ninguna manera se le está insinuando a enviar regalos, ni baratos ni costosos, no en esa fecha exacta, tiene todo el resto del año para hacerlo. Como ve, aquí todo es muy sencillo pero humilde.
En Oaxaca, en los valles centrales es muy familiar un plato botanero con chapulines tostados en comal, con su limoncito, y la nueva variedad (desde hace dos años está mi novedad), con ajos y chiles de árbol. Chiquitos y grandotes.
Los pequeños para que cuando los coman ni siquiera se les vean los ojos y se asome el sentimentalismo, y para que no se sientan las patitas en el paladar. Los chapulines grandes solo cuando el sabor es lo único que importa, y ya lo de la fobia a las patas es para enclenques. En tortilla, o solos. Yo prefiero lo segundo.
Debía este post, desde una charla con mis hermanos, diableques también. Acomódense que les voy a contar la historia de cuando éramos campesinos, prófugos del arado. Eventualmente nos llevaba mi padre a un terreno que tenía, a limpiar la maleza, sembramos palmeras de cocos, dátiles, canela, en fin una variedad de árboles frutales. Vea, nosotros nos divertíamos en parte porque había compensaciones extras, mínimo una coca cola "familiar" cuando todavía les vendían en envase de vidrio color verde(¿?). Jugábamos mucho, era divertidísimo estar embarrados de tierra, nunca nos habrían diagnosticado hiperactividad luego de usar la pala para excavar hoyos y rellenarlos, llevar de un lado a otro piedras, retirar pastos y regar las plantas, a nuestro regreso a casa, llegábamos exhaustos y con mejores modales que los del día anterior (aleje la idea de un campo de concentración moderno).
Pues un buen día se nos ocurrió cazar chapulines. Había llovido mucho y ahora teníamos un terreno lleno de ellos. Siempre vimos puestos de chapulines en el mercado, grandes canastos conteniendo cantidades industriales de estos insectos. En cambio nuestras pesquisas eran muy raquíticas, capturábamos uno con nuestras estrategias avanzadas y al final del día teníamos apenas un puñito. Si tostamos 5 ya era ganacia, y del sabor, del reverendo nabo. Después cambiamos, hubo episodios de carreritas o apostábamos a nuestro chapulín más saltarín, un cruel caso de un chapulín sin una pata, me niego a delatar al culpable, pero mi hermano hacía unos ensayos horribles. Debut y despedida, lo nuestro no era el negocio de los chapulines, pero sí comerlos, así que pago por ello.
Ahora cada que viajo a Oaxaca procuro comerlos, en realidad el aspecto no les ayuda mucho, y la idea poco racional de que los insectos se ven "feos" y la asociación a que su sabor será igual de desagradable. Ni una cosa ni otra, lo mejor sería evitar el prejuicio, sin que sea mejor o peor lo que finalmente nos alegre el paladar. Hasta nuestra percepción del sabor tiene una gran influencia social y cultural, aunque hay sabores que nos alertan de peligro, en realidad es común que pocas personas se atrevan a experimentar productos distintos a los habituales en su localidad. A mí me gusta experimentar, aunque esto de los chapulines culturalmente para mí no representó ninguna dificultad, dado que es algo común al entorno donde crecí, sí intento utilizar condimentos muy distintos a los habituales, sí, también acepto invitaciones a comer exotiqueces.
10 comentarios:
Yo lo que quiero es un Chile en Nogada... (babeo...)
Exenio, en el fin de semana sin falta, escribo la receta, las fotos ya están.
A mi encanta probar de todo, sin miedo ni remordimientos, asi que cuando fuimos a Oaxaca comimos chapulines y unos mini mini camaroncitos que se les echa al huevo revuelto, compramos y nos lo trajimos para seguir comiendo en casa, mi ERROR es dejar las cosas para momentos especiales y siempre se me echan a perder las cosas... Ya me dije a mi misma que un momento especial cabe todos los dias.
Yo me atreveria a probarlos, pero no creo que lo hiciera cada vez que tuviera la oportunidad jaja creo que seria una cosa de una vez nada mas! bueno aunque cabe la posibilidad de que me gusten jajaj!
insectos!! ñam ñam!!
últimamente estoy incluyendo hormigas en mi dieta... bueno, se incluyen ellas solas, están por todos lados, y yo ya ni me fijo /¡¡últimadamente es mi pan!!/... en vez de preocuparme por el clásico frijolazo, reviso que no me queden hormigas entre los dientes... jejeje.
NO! NO! .. sería incapaz de comerme un chapulin!.. los grillos y los chapulines son de mis animalitos favoritos!!... yo si los cazaba pero no para hacerles daño, juntaba unos cuantos los metia a mi recamara, los alimentaba y era féliz escuchando como cantaban.
Seria inhumano de mi parte comermelos!!
saluditos!
yo, yo, yo los probé... cerré los ojos y me imaginé que era otra cosa, sí, no lo pude evitar, ¡tenía que comerlos! Tronadores, con limón y salsita... en tortillita. jajajaj
besis... bruja.
Nurimoon, jeje sí, sobre todo la comida, para luego es tarde!
dulcinea, las primeras 3 veces es difícil ya luego dejan de contarse.
coyotito, tan saludables que se ven, y su valor proteico, sobre todo.
jane, nada más no los veas a los ojos, y da menos remordimiento.
latita, verdad que son riquísimos?. A que le atiné a mis presagios!
A mí también me encanta comer cosas raras pero dado que no nací en la parte de mi país donde comer hormigas es habitual, aún tengo problemas con los insectos. Supongo que si me los pasan bien preparados pero sin que se les vea la cara puedo intentarlo.
Muy bonita la historia de tu infancia pero ah crueldad del amputador de patas, eso sí que no me gustó.
Poco a poco voy entendiendo tu galería de fotos en flickr llena de imágenes de gente cocinando.
Se les ve deliciosos, ummmmmmm ricos ricos.
Pasé a mandarte un besote. Espero que todo te vaya perfecto.
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